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lo que los clavitos dorados que lo habian sujetado, retenian aun con su diente de hierro, y en cuyo rehenchido de crin, habian anidado pacíficamente los ratones. Una mesa grande de nogal con los pies torneados en espiral, y una gran cama de alto espaldar con ribetes y medallones que habian sido alguna vez dorados, se hallaban desparramados en una sala vasta que tenia una chimenea ancha y baja, la que abria frente de las ventanas su negra boca, y parecia bostezar de fastidio.

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En las puertas de madera de las ventanas habia postigos, en que verdeaban pequeños vidrios engarzados en plomo.

Gertrudis, despues de instaladas sus huéspedas, bajó para cuidar de que se subiesen los colchones baules que venian en la zaga de la berlina.

—¿Con que esta es mi cárcel? dijo con una sonrisa tan amarga como desdeñosa Constancia, contemplando aquellas destartaladas, vacías, sucias y frias habitaciones. ¡El á un presidio, y yo á un destierro!

¡Esto es nunca visto, y es lo que se cuenta tenia lugar allá en los tiempos bárbaros! ¡Si lo que me sucede á mí se pusiese en una novela, se diria que eran dislates de novelistas, que devanan los sesos para inventar cosas extraordinarias! ¡Desterrada, presa por el delito de no sacrificar la felicidad de mi vida entera, á las miras ambiciosas de una Tia que odio, yá las miras interesadas de una Madre que no amo!

— Constancia, exclamó Clemencia, por Dios, no