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digas que no quieres á tu Madre. ¡Qué atrocidad! Ni lo piensas ni lo sientes. Acuérdate de que hija eres y Madre serás.

—Si no lo sintiese, no lo diria; asi como porque lo siento, no lo callo, contestó Constancia. Si es virtud amar á quien nos hace mal, es virtud que no tengo ni quiero fingir.

—Pero, Constancia, repuso Clemencia, si cuanto hace tu Madre, es porque te quiere!..... Sosiégate, prima; piensa que no ha sido la voluntad de Dios que te cases con Bruno, y que de esta suerte quizás te libras de muchos males y penas sin fin, y confórmate con esta que es transitoria. Ten presente que dice San Agustin que agradamos á Dios cuando su voluntad nos agrada.

—Sí así sabes tu amar, contestó ágriamente Constancia, no es extraño lleves con tan envidiable resignacion la muerte de tu marido.

Clemencia se sonrojó como una culpable, y Constancia prosiguió: —Si has venido á predicarme, mejor habrias hecho en dejarme sola; yo no temo á la soledad; para mí es todo soledad donde no está él. Así, si quieres que sigamos viviendo unidas, no vuelvas á tocar este punto, ni me prediques olvido, que seria como si al viento predicáras constancia ; y si no, tú vivirás en un lado de esta amena quinta y yo en el otro.

Al contrario de Constancia, que se sentia en aquella soledad campestre y tranquila, Clemencia presa