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CAPITULO XII.

Cual el niño que despoja una rosa, y echa sus hojas al aire, el tiempo va deshojando los meses, y echando sus dias en lo pasado. Pasan y pasan estos en su incesante marcha: tal rápido, alegre y risueno, como un amorcillo alado; tal enlutado y grave como un fantasma; tal sereno y santo como un ángel: este es aquel en que hemos hecho una buena accion. Pero ninguno deja mas paz en el corazon y acerca mas el alma á Dios, ninguno marca con mas placer con su dedo nuestro buen ángel, que aquel en que perdonamos á un enemigo; y si despues de perdonarle, le haeemos bien, es que nuestra alma ha sido digna de que en ella resuene el eco de aquella santa y gloriosa deprecacion: PADRE, PERDÓNALOS.

Todos somos caritativos; un alma sin caridad no