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—Señora, contesté, Curro tiene buenas entrañas, y á valiente no lo gana ninguno; cuando él no lo hace.....

—Es porque no debo hacerlo, dijo Curro; además la partida es de diez hombres, y acá solo somos tres; ¿qué podríamos hacer? Señora responsable soy de la hacienda, de su merced y de sus hijitos, que a además de todo podrian llevarse en rehenes.

La señora al oir estas palabras se dejó caer más muerta que viva sobre una silla.

Curro mis hijos tomaron sus escopetas haciendo de vigías, y dando vueltas por el patio. Así pasó aquella lóbrega noche, oyendo de rato en rato aquel clamor siempre el mismo no hay quién me favorezca? Pero cada vez fué mas de tarde en tarde, cada vez más planidero, cada vez más débil, hasta que se fundió en un gemido, en un suspiro, en un estertor.

No les pintaré á Vds. la roche que pasamos, en particular la señora, que no sabia donde huir de aquel espantoso clamor, que en el silencio de aquella noche de calma, en que todo callaba y estaba inmóvil como petrificado por el horror, y en que la misma noche parecia haber cerrado sus ojos, pues no se veia estrella alguna, se esparcia por todas partes claro y distinto como se esparce la luz. Ya ven Vds., añadió Gertrudis, que no es el viento ni la mar los que pueden causar más espanto y dar peores noches. ¿Qué nos importa que se jaleen el viento y la mar? Estos son sus desahogos, como los tiene el caballo que libre