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queta ó chupa, corta, igualmente de seda, con faldones cortos; y se ponia redecilla en que encerraba su cabello, que nunca quiso cortarse; solo que la redecilla era corta, y no llegaba sino poco más abajo de la nunca. Cuando salia por la mañana, se ponia un capote de rico paño negro adornado con pasamanería y caireles de seda, y por las tardes una capa de grana, forrada de raso de color, y en la cabeza un sombrero á la chamberga, parecido al que llevan los picadores en las fiestas de toros. Aunque D. Martin tenia más de sesenta años, y habia engordado paulatinamente más de lo necesario para bailar unas seguidillas, conservaba restos de una arrogante figura; era alto, y sus facciones, aunque abultadas, eran bellas y correctas.

Habia contraido segundas nupcias con su actual mujer, por razon de estado y sin conocerla; lo que no quitaba que se hubiesen llevado muy bien, teniendo él por ella, en razon de su espíritu caballelas más finas deferencias.—Quien honra á su mujer se honra á sí mismo, solia decir; y la honra que á tu mujer das, en tu casa se quedaroso, — Habíanse casado por poderes, y el dia que llegó la novia, hizo D. Martin formarse en rueda la enorme cantidad de criados de casa y de campo que le servian, y cogiendo á la recien llegada por la mano, se la presentó diciendo: «Esta es vuestra señora y....mia; lo que ella mande, se ha de hacer ántes que lo yo; ya estais advertidos.» En fin D. Marla que mande