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mia, que los viejos no quieren gentes compunjidas alrededor suyo. Vamos, que con agua pasada no muele el molino..

Clemencia permaneció callada, haciendo heróicos esfuerzos para hacerse dueña de su congoja, pues conoció que el egoismo de la vejez rechaza al dolor como á un enemigo.

Sintióse entonces estrechada por los brazos de una persona, que dejó caer sobre su frente dos lágrimas, diciendo: —Llora, llora, hija mia! que las lágrimas son una de las mas bellas prerogativas de. la primavera de la vida. Son las lágrimas que vierte la juventud, á la vez brillantes y puras como las de la infancia, y sentidas como las de la vejez, desahogan el corazon é inspiran simpatía; pero si el cariño y la lástima secan sus fuentes, aquí, hija querida, desaprenderás el llanto.

Quien profundamente conmovido hablaba así era el Abad.