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CAPITULO II.

Clemencia á poco fué querida de todos, como no . podia dejar de suceder, apegándose ella á los que la rodeaban y le hacian la vida tan dulce, con todo el calor de su amante corazon.

—¡Caramba! solia decir D. Martin, bien sabia el tronera de mi hijo lo que se hacía, casándose con esta malva—rosita. (D. Martin, que á todo el mundo ponia sobrenombre, le habia puesto este á su nuera, uniendo así los emblemas de la hermosura y de la suavidad.) Es un sol para la vista, un canario para el oido, y una alhaja para la casa, estoy ya tan hecho á ella, añadia con su acostumbrado egoismo, que no sentiria mas sino que pensase en volverse á casar, lo que no puede dejar de suceder, puesto que la viuda lozana, ó casada ó sepultada ó emparedada.

—¡Qué se habia de casar! decia el Abad, que no CLEMENCIA.

TOMO I. 13