Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/198

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 154 —

ignoraba cuánto habia sufrido Clemencia en su matrimonio: y que desde su alta y serena esfera creia difícil el habia llegado á ella, la Clemencia, que que abandonase tan pronto.

— ¡Qué se habia de casar! opinaba Doña Brígida, que consideraba el recuerdo de su hijo suficiente para llenar una existencia.

—¡Qué se habia de casar! pensaba Pablo, profundamente convencido de que no habia un mortal digno de poseer aquel tesoro.

Habia hallado Clemencia preparadas para ella dos habitaciones interiores, de las cuales la segunda daba á un corralito encerrado entre cuatro paredes como un pobre preso. Unas bastas sillas de paja, un catrecito antiguo de pésimo gusto con exquisita ropa de cama, un tocador cubierto con un almidonado linó de hilo, una cómoda—papelera veterana, por no decir inválida, unos cuadros de Santos, de diferentes tamaños y entrapados con el polvo de los siglos, y una estera nueva, todo en estremo limpio, formaban el mueblaje de aquellas tranquilas habitaciones. Pero al año de ocuparlas Clemencia, nadie las habria reconocido. Las sillas de paja habian sido reemplazadas por otras de rejilla, pintadas y charoladas de negro y imitando el maqué chinesco. Los cuadros habian sido restaurados en Sevilla, y brillaban con toda su frescura primitiva en lindos marcos dorados. Sobre un elegante tocador de madera amarilla de Hayti, sobre rinconeras y sobre un velador de la misma madeoro,