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entretendrá y te dará el gran y útil conocimlento del corazon humano. Entónces conocerás cuán erradas son esas máximas absolutas, que todo lo miden por un rasero, y lo falso de esos aforismos vulgares, tales como: «Todos los hombres son iguales.

Quien vió una mujer, las vió todas.

El corazon del hombre siempre es el mismo.

Las pasiones y modo de sentir de los lapones, son las mismos que los de los andaluces.» Y ménos fiarás en la archivulgar sentencia, piensa mal y acertarás; no pienses mal, sino juzga bien, y acertarás. Pero sé tarda en formar tu juicio, porque con verdad se ha dicho que el hombre juzga por razones, y la mujer por impresiones; es decir, el primero con la cabeza, y la segunda con el corazon; y ya sabes cuán fácil es este de dejarse engañar, sobre todo si es noble y sincero; sin embargo, debes siempre preferir la tristeza de un desengaño; al sonrojo de un mal juicio.

No tengo presente en dónde he leido poco há que el hombre de entendimiento es el que halla tipos distintos, y que el hombre vulgar es el que halla á todos los hombres iguales.

—Yo creí, repuso Clemencia, cuando le dijo esto su Tio, que los tipos eran raros.

—No, hija mia, contestó el Abad, pues el tipo es aquella persona que resume en sí más marcadamente los rasgos peculiares de la clase á que pertenece, sin