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habia dicho la profetisa, eran generalidades que nada preciasaban.

—: 1 —Cosas de gitanos, dijo D. Martin, que á la fin á á la por—partida dicen arrumalesy En seguida preguntó Clemencia á la niña: —¿Sabes rezar?

—¡Qué ha de saber! dijo D. Martin ¡rezar! Robar será lo que sabrá.

—Sí sé rezar, señorita de mi alma, respondió la gitanilla.

—¿Y qué rezas? tornó á preguntar Clemencia.

—Cuando me acuesto en el campo, señorita mia, me meto una cabeza de ajo bajo la cabecera para ahuyentar á los bichos venenosos, y rezo así: A la cabecera pongo la luz, A los pies la santa cruz, Al lado derecho á Adan, Al lado izquierdo á Eva, Para que no lleguen sapos ni culebras, Ni sarabandija ni sarabandeja; Sino que vayan donde vá esta piedra.

Y tiro una piedra asi—(y la chiquilla tiró una chinilla en direccion á D. Martin.) —Enséñame esa oracion, dijo éste sin caer en la maliciosa accion de la chiquilla; enséñamela á ver si la digo y es eficaz para que en la vida de Dios te llegues tú por aquí.

—¡Ay Jesus! y qué señor tan repanchigao de cuer-