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» 185 CLEMENCIA.

—¿Lo aprobais, pues?

—¿No lo habia de aprohar, hija mia?

—¿Y acaso haríais otro tanto?

—N6.

—Lo aconsejaríais?

—Tampoco.

—¿Porque nó, aprobándolo?

—Porque el efecto que causase en índoles débiles y suaves, que rechazan lo tétrico, no seria el que causa en la persona que por propia y espontánea inspiracion lo elige. Pero entre todos los atrevimientos, el más general en los hombres, y el mas punible, es el de querer ser jueces, no solo de la conducta, pero hasta del sentir ajeno. La libertad de sentir sí que es un sagrado derecho del hombre! Dejar á cada cual dirigir sus propias tendencias en órden espiritual, siempre que no salgan de la senda del bien, es una sagrada obligacion; pues esa intervencion que nos arrogamos en el sentir ajeno, es ridícula é indebida fiscalizacion, es un despotismo insolente, es un mal grave, y una temeridad chocante y anómala en un siglo donde tanto se proclama, se ostenta y se abusa de la liberted del pensamiento.

TOMO I. 15