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CAPITULO IV.

Una tarde llamó Clemencia á dos niñas, nietas de Juana, que pasaban su vida en aquella casa, á quien su mismo dueño, que tantos intrusos veia y tolera ba en ella, llamaba el arca de Noé.

Todos los niños querian con entusiasmo á Clemencia. Tienen estos un instinto que los atrae á lo bueno y á lo bello, que patentiza lo elevado de la naturaleza humana, que el mundo y la vida van degradando, si el alma no es bastante fuerte para contrarestar su influencia nociva, y si al formarse carecen los niños de buena enseñanza y buenos ejemplos, ley práctica de tanto mas poder que la ley escrita. La palabra solo indica la senda; el ejemplo arrastra á ella.

Clemencia tambien se habia apegado á ellos, por