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dose á Clemencia; el sol está que echa chiribitas, aunque estamos en febrero. Ya se acerca San Matías, marzo al quinto dia, entra el sol por las humbrías y calienta las aguas frias.. Ea pues, con Dios id, y con Dios volved. Si tiras á la izquierda verás que buena está mi cebada, pues febrero saca la cebada de culero.

Clemencia y las niñas anduvieron algun tiempo por el campo, y entraron despues en un camino encajonado entre altos vallados de pitas, á cuyos piés nacian espesas é intrincadas las zarzas, las esparragueras, las madre—selvas, las pervincas, entre las cuales asomaban las amapolas sus encendidas y encarnadas caras con su ojo negro, y los candiles de vieja sus jorobas.

En el mismo vallado se levantaban dos altos pinos; á su sombra se sentó Clemencia con su pequeno séquito á descansar, oyendo el suave murmullo de sus sonoras cimas. que tan indefinible encanto tienen, que ora suena triste y lejano como un eco que repite debilitado el hondo y melancólico suspiro del mar, ora vago y misterioso, como á veces suenan indefinidas voces en el corazon.

La niña mas chica traia un pájaro.

—Señorita, dijo la mayor, Aniquilla está lastimando á ese pájaro que aprieta con la mano.

—¡Que no! repuso la chica; no tengo la mano apretá, sino aflojá.: —¿Sabes lo que es un pájaro? le preguntó Clemencia.

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