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razon en la mano se pinta á la Caridad porque vacías ya, no tienen otra cosa que dar.

—¿Y el que no tiene nada? dijo la niña.

—Raro es el que no halle otro mas desdichado que él, á quien pueda dar algo, por poco que sea; y lo poco en el que tiene poco, y la intencion en quien no tiene nada, consuelan al pobre y agradan á Dios. Y para convenceros de ello, os contaré un ejemplo.

Las niñas se pusieron á escuchar con esa ansiosa atencion con la que los niños absorben las primeras nociones que sobre las cosas se les dan, y los primeros sentimientos que en sus ánimos se imprimen.

Los pinos se pusieron á susurrar aun más suavemente, pareciendo imponer silencio á la naturaleza con su dulce cecéo para oir la palabra de Dios; y hasta los pajaritos bajaron de rama en rama como para venir á escucharla.

Clemencia habló así: —Habia una Reina tan buena y tan virtuosa, que atendiendo a la gran mision que Dios le diera poniendo el cetro en sus manos, solo pensaba en hacer virtuosos, religiosos y felices á sus vasallos, cinendo asi á sus sienes una corona mucho mas bella que la de oro que le diera su herencia, y estampando de esta suerte su nombre en el corazon de sus vasallos, para que la bendijeran, y en el libro de la historia, para que las generaciones la admirasen; porque un buen Rey es para los pueblos un beneficio de Dios,