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ser justa.—Me ha dado un pedazo de pan, dijo el niño. Ya veis, señora, exclamó apurada la anciana, ya veis, un mendrugo de pan!—Si, repuso el niño; pero estábamos solos, y era el único que tenia. La Reina alargó conmovida el premio á la buena pordiosera, y el niño, que era el Niño Dios, se elevó á las alturas, bendiciendo á la gran Reina, que daba premios á la virtud, y á la buena y humilde anciana que le habia merecido.

— Así veis, pues, hijas mias, que el mérito no está en el más ó ménos valor de la obra, sino en las circunstancias y en los sentimientos con que se hace; y que un pedazo de pan para el que no tiene otra cosa, y hasta se lo quita de la boca para darlo, es más aun á los ojos de Dios que ve los corazones, que una obra sonada y celebrada, que consigo lleva su recompensa.»