Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/241

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 197 —

En este instante apareció á la entrada del callejon, alta la cabeza, y moviéndola en bruscos movimientos de uno á otro lado, como incierto sobre la direccion que habia de seguir, el toro, esa fiera tremenda que con tanto esmero se hace embravecer para solaz y diversion de hombres, que al salir de la que les brinda, harán discursos ó escribirán artículos pompososen loor de la cultura, del modo de moralizar al pueblo y dulcificar las costumbres! Clemencia, yerta é inmóvil, se apoyaba en la loma del vallado; la situacion era espantosa. Hubieran podido salvar á Clemencia acosando al toro en otra direccion; pero nadie sabia que allí estuviese, oculta como se hallaba por el vallado.

—1 En este momento el perrillo de la niña se puso á ladrar. Entonces el toro miró á aquel grupo: esto decidió su vacilante intencion, y.... partió hácia él.

Clemencia cerró los ojos y nada vió; pero oyó ruido á espaldas del vallado, un fuerte golpe en el suelo, una llamada al toro; se sintió agarrada y sopesada por unos brazos vigorosos, cogida entre las zarzas por unos puños de hierro, y atraida al opuesto lado del vallado, donde cayó en tierra.

—¡Las niñas! gritó con angustia. Pero una despues de otra cayeron & su lado; tras ellas saltó un hombre; este hombre era Pablo. Pablo, sereno y tranquilo, como el poder que brilla en acciones, y no se ostenta ni altera en palabras.

A Pablo le habia sido indicada la direccion que