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no necesita vejigas para nadar, ni mas padrino que su descaro.i —Señor, mi comadre la tia Machuca me envia aqui á decirle á su mercé que la probecita está muy malita, por si su mercé le quiere dar para un pueherito, respondió la vieja.

—Viene Vd. á pedir para la tia Machuca? No lo extraño. Tal para cual; Pedro para Juan. Esa es otra pejiguera como Vd., y ambas peores que la Perala, que era cada dia mas mala.

—¡Jesus, señor! que tiene su mercé hoy la lengua desbocáa.! ¡Vea Vd.! mi comadre que está más recogida á buen vivir que una cuaresma!

—¡A buen tiempo! ¡Vaya! la carne para el diablo pos huesos para Dios.

—Ello es, Señor que eifica.

—¿A quién?... á mí no!... que lo que tiene es la cruz en el pecho y el diablo en los hechos. Pero en fin, la limosna no se hizo solo para los buenos; vaya una peseta para el pucherito. Malva—rosita, dí que le den garbanzos y tocino: ahora lárguese Vd. con viento en popa, y no vuelva hasta que yo la llame: ¿está usted!

—Si señor, y Dios se lo pague á Vd.

Y la vieja desapareció con una ligereza juvenil.

Al dia siguiente se apareció tan cari—pareja la tia Latrana.

—¡No le dije á Vd. que no viniese basta que yo la llamase? exclamó impaciente D. Martin.

—Sí señor, sí señor; pero escúcheme su mercé.