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La tia Machuca está peor, repuso la embajadora.

—Le haría daño el puchero.

— —No señor; pero el méico le ha mandado una be bida con manesia cansinada, y el judío del boticario no quiere darla si no le llevo seis reales.

—Tome Vd. los seis reales; que se los doy por tał de no verla.

Al dia siguiente se repitio la misma escena.

—¿Otra te pego? exclamó D. Martin. ¡Pues no es mala mosca de caballo esta!

—Señor, repuso la tia Latrana sin dejarse intimidar, á mi comadre la han mandado administrar.

—Al Cura con eso.

—Pero' son precisas unas velitas, para adornar el altar.

—Tome Vd. para las velitas y toque de suela, precipitada y definitivamente.

Pero al dia siguiente se halló D. Martin ante sus narices, como llovida del cielo, á la tia Latrana, con aspecto fúnebre.

—Tia Latrana ó tia Letrina, exclamó el señor.

Vd. se ha empeñado en acabar con mi paciencia; caracoles!

—Senor, dijo ésta con voz lúgubre, murió mi comadre.

—Alleluya! requiescat in pace. ¿A qué pues, viene Vd. ahora?

—¡Señor, por lo mismo!... para que haga su mercé la caridad, de pagarle el entierro..: -