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usted quizás á pedir para el cordero de Pascua de Resurreccion? ¡Pues qué! ¿no hay más que hacer los pobres burla de esta manera de los ricos que les dan el pan, que son su paño de lágrimas y sus Padres?

¡Habráse visto bruja más audaz! Como me llamó Martin, que si pudiese andar tan vivo como antes, la echaba á usted de cabeza á la calle; y si ese sobrino mio no fuese tan mándria, ya deberia haberlo hecho.

La tia Latrana, que como sabemos era valentona, y no se dejaba fácilmente intimidar, repuso muy sobre sí: 1 —Pues si, señor, resucitó; ¿y eso quién lo puede remediar? El méico dijo que habia sido un cinco pies (síncope).

—Vaya Vd. al demonio con cinco ó seis pies.

—Senor, dice el méico que se le pongan una docenita de sanguisuelas.

—Una docena de culebras de vara y media!

—Señor, si no se le ponen se muere de una vez.

—A en que le tengo pagado el entierro.

—Senor, ¿la dejará su mercé morir?

A bien que resucitará.

—Señor, eso es una falta de caridad.

—¿Qué es esto, deslenguada? ¡Decirme á mí falta de caridad, cuando hasta adelantadas les tengo pagadas sus necesidades!

—Señor, no me entretenga su mercé; que las sanguisuelas urgen.

—Lo que urge es que se me quite Vd. de delante,