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y baje el gallo: ¡caracoles! que si fuese Vd. de alambre, no habria mejor cencerro en toda la campiňa.

—Señor, si no me da su mercé el dinero para las sanguisuelas, tendrá sobre su conciencia la muerte de esa bendita.

Don Martin, que era violento y que ya estaba exasperado, cegó y no vió, como dice la frase expresiva y usual; cogió lo primero que se le vino á las manos, que fué un libro que habia estado leyendo Clemencia, y se lo tiró á la vieja diciendo: —So insolente! no diga la boca lo que pague la coca. (1).

Pablo, que habia visto el ademan de su Tio, se abalanzó á interponerse entre el proyectil y el blanco á que iba dirigido, de manera que el libro que era voluminoso y estaba sólidamente encuadernado, le dió en la cabeza le hizo una herida. La sangre corrió.

La vieja habia desaparecido.

—¡Ay Pablo! ¡Pablo! exclamó Clemencia, precipitándose hácia su primio y estancando la sangre con su pañuelo.

—¡Válgame Dios, Martin! dijo Doňa Brígida con su grave y sereno acento; ¡cómo te dejas arrebatar por tu genio!

—¡Mal hayan mis manos, y mal hayan mis prontos! exclamó consternado D. Martin. Pero, Pablo, santo varon, já qué demonios te metiste por medio?

(1) Coca, cabeza."