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no se puede servir á un tiempo; que asna con pollino no va derecha al molino; házle saber que se deje de devanéos y laberintos, ó se vaya con la música y el almirez á otra parte. Pablo hijo.... no comes. ¿te duele la herida?

— —¡Qué! no señor, ¿quién se acuerda de la herida?

—Yo.... para sentir habértela hecho. ¡Maldecida vieja! Con esa lengua de hacha ¿no se ha puesto á decir que yo era D. Pedro el Cruel, que la habia querido matar despues de llenarla de indultos segun su expresion?

—No diyas lo que quieras, y no oirás lo que no quieras, Martin, dijo Dona Brígida; pues muchas cosas se siembran y se suelen perder, pero el pejugal de la lengua no se pierde nunca. Si no gastaras razones con esas atrevidas no tendrias que incomodarte con sus insolencias.

—No señora. Yo callar? ¡eso no! Yo tengo la lengua para escoba de mi corazon; sobre el que nada quiero: así ha sido desde hasta que nací, y que me muera ha de ser así. El otro dia me la encontré con la tia Machuca y la tia Carrasca.

—Las tres Marías, exclamó riendo Clemencia, pues las tres llevan ese nombre.

—Sí, las tres Marías, repuso D. Martin; María Satanás, María Barrabás y María de todos los diablos.

Pues ¿querrán Vds. creer que me vino á pedir la baratera esa? Pero no tuve más que mirarla, y ¡qué ojos no la echaria yo, cuando la monfí esa se zurró