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y se mudó un poquillo! Les tengo odio y mala voluntad á la Latrana, á la Machuca y á la Tarasca, que son tres personas distintas y una sola indinidá.

—Hermano, dijo el Abad, dice Chateaubriand que el ódio que tenemos á los demás, nos es más perjudicial á nosotros mismos que á ellos.

1 —Por demás lo sé, repuso D. Martin, sin que tenga que enseñármelo un gabacho, pues antes que él lo dijo San Agustin: así es que habia de dar veinte pesos porque la tia Sátira esa me aborreciese; y otros veinte daría porque ella me hiciese gracia á mí.

Tú, hermano, que ruegas todos los dias por la extirpacion de las herejías, porque son tus enemigas, déjame á mí rogar por la extirpacion de las viejas záfias que lo son las mias.

—Martin no hables tanto en contra de las viejas; que yo lo soy, dijo pausadamente Dona Brígida.

—Señora, contestó D. Martin, para mí es Vdhoy tan real moza como lo era el dia en que me casé.

—Pues para mí eres un anciano, Martin, repuso su mujer, y como estos me agradan, has acertado en envejecer.

—Pues, señora, así todo está bien y al gusto de Monarca; y yo mozo ó viejo, siempre dispuesto á hacer lo que me mandeis, contestó el galante marido.

Pablo, hombre, ni bebes ni comes: no parece sino que te han dado garrote. ¡Mire Vd. eso.... que digiere tantos libracos, y no puede digerir un toston!

Cada vez que recuerdo aquel comer infinito tuyo.....