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Pues eras hondito para engullir; tanto que solia decirte yo: coma Vd., señor Vicente, pero cuidado que no reviente. ¡Y ver que ahora no te comes en una semana lo que entonces te comias en una sentada!...

—Martin, dijo Doña Brígida, cuando tanto comia Pablo, era en las temporadas qne nos venia á ver; de esto hay diez años: entonces estaba creciendo; y es sabido que cuando crecen, comen mucho los mu— chachos.

—Y cate Vd. ahí por lo que creció como la yerba que crece de noche y de dijo D. Martin.

—Ello es que en todo te has de meter, Martin, hasta en si comen más ó ménos las personas sentadas á tu mesa.

—Señora es porque la boca española no se puede abrir sola; y no me gusta comer con gentes que tengan enginas: no me sabe la comida con tanto desganado. Más á gusto comía yo cuando Pablo se ponia á engullir, que era menester silbarle para que parase. Entónces tambien dormia el sueño de San Juan, que duró tres dias, y mas profundo que una sima, de manera que eran menester los clarines de la ciudad para dispertarlo; ahora trasnocha con los libracos, ¡por via del atun salado! Si fuera siquiera por una buena moza.....

—Señor, dijo Clemencia interrumpiendo á su suegro, ¿con que creeis de veras que el leer es antiestomacal?

—Por supuesto, Mari—sabidilla, respondió D. Mar-