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CAPITULO VIII.

Pablo no pudo dormir aquella noche. ¡Tenia tanta inquietud!... Sentia hácia Clemencia una compasion tan profunda y tan tierna, y hácia el que pudiese ser causa de sus lágrimas, ¡una ira tan vehemente!

Pero al dia despues todo se le aclaró, cuando su Tio llamándole á su despacho, le habló en estos términos: —Pablo, hombre, tienes veinte y ocho años y ojos en la cara.

—Si, señor, uno y otro, —contestó Pablo, que era grave, sonriendo friamente como solia hacerlo, oyendo las salidas y chistes de su Tio que no siempre le hacian gracia, sin que por eso le ofendiesen, aunque le fuesen hostiles, porque á un genio angelical