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puerta? El mayorazgo de la casa de Guevara, aunque no sea muy bonito que digamos.... ¿tiene que temer un no? Además mi Malva—rosa sabía que yo lo deseaba.

—Y ha dicho que sí? insistió Pablo.

—¿Hablo extranjis, mi amigo? Ya te ha dicho que se lo dije primero, pues en cuanto á lí, ya sabía que no me habias de decir que no.

—Pues, siento decirlo, Tio,—dijo Pablo en tono sereno y decidido;—pero se ha equivocado usted.

No le es dado al artista más hábil característico, dibujar una cara en que más marcada y enérgicamente se pintase el asombro, que lo fué en la de D. Martin al oir á su sobrino.

Ambos quedaron largo rato callados. Pablo como el prudente marino, que en el momento de calma que precede á la tormenta, arría las velas que sujeta, para prepararse asi á sufrir las borrascas sin resistir ni ceder, se armó á la vez de paciencia y de firmeza, ¡Pobre Clemencia!... pensaba; ¡ángel que se sacrifica con una sonrisa, á un deseo que respeta; y llora sin más testigos que sus flores que se marchitan al verla llorar! No seré yo al que abuse de tu condescendencia, porque eres sumisa; que oprima tu voluntad, porque eres dócil, ni avasalle tu libre albedrío porque eres débil! ¡No! siempre tendrás en mí quien te defienda con firmeza, aunque sea contra mi mismo corazon.

—¡Quél exclamó al fin D: Martin, ¿tu rehusas una