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¡Régimen!... ¡Ponerte tú que eres un Bernardo, en cura! ¡El demonio se pierda! ¡Pues quél no sabes que camisa que mucho se lava y cuerpo que mucho se cura... poco dura?

—Senor, considerad, dijo Pablo con firmeza, que en ninguna cosa debe el hombre someterse ménos á sugestiones agenas que en punto á su casamiento.

D. Martin calló: no estaba convencido; pero por otro lado no concebia pudiese existir otro móvil para la extraña conducta que observaba Pablo.

—¡Vea Vd.,—pensaba, —un moceton como UB trinquete, un jastial como una loma, un gran largo como un pino, darla de enclenque y echarla de Licenciado Vidriera! Meterse en la chola que está étieo, con unas espaldas como una plaza de armas, y un pecho como un palomo buchon! ¡Tal mania!

Aquí hay intringulis. ¿A que le quito las aprensiones, le saco la puya al trompo y se descubre el busitis?

Y así el despótico y obstinado senor volvió al combate con nuevas armas.

—Yo habia pensado, dijo, que de la manera que he indicado se arreglaria todo lo perteneciente á mi herencia. Pero puesto que ahora sal con que tú, que yo creia robusto como un roblé, tú que yo creia un Bernardo, eres un sibibíl, estás achacoso como una monja, aprensivo como una yieja, y no puedes tomar estado por temor de que los hijos que tengas