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—Pues ahí verá su mercé, Señor D. Martin! el tiesto de Inés se secó lloviendo; al que es desgraciado mal sobre mal y piedra por cabezal! Así..... iba á pedir á su mercé si me queria emprestar para mercar un cochinito, para criarlo y ver así de remediarme.

—¡Caracoles! ¿Todavía quiere Vd. mas? parece la boca de Vd. un lechuzo: mire Vd. que es preciso valor para ser tan pedigüeña!

—Señor, dijo la Tia Latrana, haciendo á guisa de sonrisa una mueca que puso en contacto su barba y su nariz á quien de miedo se muere (con perdon de su mercé) con moñiga le hacen la sepultura. Además, señor, al desdichado le vale poco ser esforzado, prosiguió volviendo á su tono natural: lo que sucede es que mirais lo que bebo, y no la sed que tengo. ¡Vaya!

présteme su mercé para el gorrinito; que quien bien hace para si hace.

1 —¿Qué habia de prestar?.... ¡Prestar! ¿Acaso me ha pagado Vd. los dineros que le presté para el habar del año pasado?

—Señor, y si no tengo más que la casa, ¿qué hago? ¿Le tiro un bocado? Pero si me dá su mercé el cochinito, le criaré muy gordito, y el año que viene podré pagar á su mercé y remediarme.

—Va va.... aun no ensillamos y ya cabalgamos? yo no quiero que Vd. me pague, sino que no haga más deudas; y mire Vd. que puerco fiado gruñe todo el año.

—¿Señor, y los probes qué hemos de hacer? no hay hombre sin hombre. Señor, mire su mercé que 1