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Sí señor.

—¿Y los aperos?

—Tambien.

....

47 —¿Le has avisado al señorito?

—Vá para allá que vuela.

—Pues ya todo está hecho, dijo D. Martin volviendo á su calma: ahora, sea lo que Dios quiera.

Las criadas habian acudido, y la señora se habia puesto á rezar á San Lorenzo, abogado del fuego.

Al cabo de una hora entró Pablo: sus vestidos estaban quemados; sus manos abrasadas, su cabello chamuscado, su semblante ardia.

—Se apagó el fuego? preguntó D. Martin.

—Sí señor, contestó Pablo.

—¿Se ha salvado algo?

—La mitad de vuestras mieses; las de los pobres á los que dais tierras, se les han quemado todas.

—¿Saben que son las suyas? preguntó el rico mayorazgo.

—¡No lo habian de saber, señor! todos acudieron, y su dolor parte el corazon.

—Pues díles que nada han perdido, dijo D. Martin. Si no hubieran sabido que era lo suyo lo que ardia, se lo hubiésemos ocultado; pero ya que lo saben, diles la mitad de mis mieses está ahí para suplir á cada cual lo que haya perdido (1)que (1) Este rasgo referido exactamente, pertenece á la difunta poderosísima viuda de Quintanilla de Carmona, que fué una de las señoras más nobles, ricas y caritativas de Andalucía. Muchas CLEMENCIA.

TOMO II. 5