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Una alegría tan viva como entusiasta resplandeeió en los ojos de Pablo, que volviéndose á un criado: —¡Otro caballo! gritó.

Y sin aguardar á que lo ensillasen, se arrojó hácia la puerta.

Salia en este momento al patio Clemencia, pues en el retiro de sus habitaciones habia penetrado algo de las voces y del ruido del galope de los caballos: al verla, Pablo exclamó: —Abraza á mi tio, Clemencia, abrázalo por ti y por mí!

Y saltando sobre el caballo en pelo, partió cual un rayo á llevar la fausta nueva á los interesados.

—Pablo me ha dicho que os abrace, Padre, en su nombre y en el mio, dijo Clemencia al entrar en la sala. ¿Por que?... ¿qué ha sucedido? ¿qué pasa aquí?

—Empieza por hacer lo que te ha encargado Pablo, Malva—rosita, respondió D. Martin, que sabiendo era apagado el fuego, y con la buena accion que habia hecho, estaba en su abitual buen humor. Uno tí—asi; bien: —otro por él!—así! Pensó bien en transmitírmelo por tí, pichona; que así ha ganado ciento por ciento, añadió abrazando á su nuerapor —¿Pero qué sucede? preguntó Clemencia admirada de cuanto veia.

— veces hemos oido preguntar á los extranjeros y personas ricas de las ciudades, ¿en qué gastan esos poderosos propietarios de tierra adentro, que viven oscuramente, sus rentas? respondan los pobres de los pueblos á esta pregunta.