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sentimientos de simpática admiracion que le inspiraba su primo.

—Pero senor, dijo Miguel Gil, con lo quemado y lo que le dará á los pobres, se queda su mercé ogano sin la cosecha de ese cortijo.

—Mas vale que sea por eso que no por que se lo llevase el francés, repuso D. Martin.

—Dios nos lo dió, Dios nos lo quitó!... El es su solo dueño, añadió Dona Brígida.

—Miguel Gil, dijo radiante Clemencia, mas vale lo que han hecho mis padres y mi primo que cien cosechas.

. —Verdad es, senorita, respondió Miguel Gil, pues han cosechado para un granero en el que no se pica el trigo.