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venga á quemar la sangre; yo, que para descanso de mi alma, la tenia á Vd. olvidada!

—Ya se vé! el que tiene la barriga llena, no se acuerda del que la tiene vacía. Venía, pues, como iba diciendo, á dar á su mercé las Pascuas en compañía de su esposa la señora dona Brígida, del señor Abad y de la señorita Clemencia, ese esporton de rosas.

—Y Vd. que es uno de granzas, diga que viene en su nombre y en el de su comadre la resucitada á pedirme aguinaldos, y hablará verdad una vez en su vida, pues menea la cola el no por ti, sino por can, el pan.

—¡Jesus, señor! acá no somos capaces de hacer nada por interés, ni de valernos de esa tartagema: ¡vaya!.....

—Capaces?.... ¡Capaces son Vds. ambas de contarle los pelos al diablo, de sacarle los dientes á un ahorcado, de levantar los muertos de la sepultura, y de cortarle un sayo á las ánimas benditas!

—¡Pues qué! exclamó con dignidad ofendida la tia Latrana, ¿piensa su mercé que mi comadre y yo somos unas cualesquieras, ni gentes de poco más ó ménos? No señor, somos bien nacidas y de buen tronco: aquí donde Vd. nos ve, tenemos alcuña (1); los descendientes de mi comadre fueron en años témporas gentes muy empinadas. Sus abuelos fueron sugetos muy considerables.

(1) Alcurnia.