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—Pues lléveselo Vd. á su sobrino que está ahora Emperante en Francia. ¡Caracoles con la zorzala esta', que tiene agallas para ciento, y es más desagradecida que tierra de guijo! Pues ¿no sería acaso menester engordarle los cochinos con almendras, y amasarle el pan con leche á esta pierna de santo? ¡Por qué viene Vd. con esa voz que me suena á campana cascada, á atolondrarme los oidos sino le satisface lo que le doy? ¡Caracoles! que siempre la más ruin oveja se ensucia en la colodra.

1 —Vengo, señor D. Martin, porque es su mercé rico, y que más dá el duro que el desnudo; que si no..en la vida de Dios habia de aportar por aquí! pues por una de miel, dá su mercé tres de hiel.

—Por vida de la vírgen del Lagar! exclamó colérico D. Martin, que me ha de hacer Vd. sentir el ser rico. ¡Vaya Vd. muy con Dios, tia espanjo! con esa cara que siempre parece que esta probando vinagre, y esa cabeza erizada que parece una parva de arvejones. Sobre que cuando veo á Vd. me queda todo el dia una hiel y un asombro como si hubiese visto al demonio!

(1) Neron.

—¡Jesus, señor! pues yo no soy ningun Eron (1), dijo muy picada la vieja.

—No, ¿para qué? Es Vd. más féa que el tio Molino, que le dieron el óleo en la nuca, porque de feo no se lo pudieron dar en la cara.