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bre. El viejo de la choza era gran jugador de naipes, así fué que le pidió sin pararse, ganar siempre que jugara: lo que se lo otorgó. Cumplido que hubo el viejo su tiempo, le dijo el Senor á la Muerte que fuese por él. Cuando el viejo vió llegar á la muerte, estuvo muy listo á seguirla; porque era lo propio que yo, nunca habia sido pesado para nada. Al caminar por esos aires, vió á una pareja de demonios que se llevaban el alma de un escribano. ¡Pobrecito!

pensó el viejo, que tenia buenas entrañas; el Senor padeció por todos sin excluir á los escribanos.—¡Eh!

¡cornudos galanes! gritó á los diablos, ¿se quiere echar una manita de tute? Los diablos que se despepitan por una baraja, como que ellcs fueron los que las inventaron, acudieron como pollos al trigo.Pero ¿qué se juega preguntaron los demonios, puesto que no llevas dinero?—Verdad es, contestó el viejo; pero juego mi alma, que es de las buenas, por esa que llevais ahí, que no vale un bledo; salis gananciosos.—Verdad es, dijeron los diablos, y se pu sieron á jugar. Por de contado ganó el viejo de la choza, y cargó con el alma del escribano.

Cuando llegaron arriba, le dijo San Pedro: Viejo de la choza, ya te conozco ¡puedes entrar! Pero, ¿qué es esto? ¿no vienes solo? ¡qué alma tan negra viene contigo!

—No senor, no vengo solo; que la compaña dicen que Dios la amó. Esta alma está manchada de tinta porque es de escribano.

CLEMENCIA.

TOMO II. 6