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Er. conversaciones que aun tuvieron, dió el Abad á Clemencia otros muchos consejos y lecciones sobre la vida y el mundo, todos impregnados de los altos y sabios conocimientos que sobre ellos tenia el esclarecido filósofo cristiano. Además, entre los de la vida práctica, le recomendó el trasladarse cuando llegase él á faltar, á Sevilla, al lado de su Tia la Marquesa de Cortegana, no siendo decoroso el que se quedase á vivir con su primo, que era un jóven. Añadió que cerca de la de aquella poseia él una casa, que ya habia mandado renovar y arreglar para que ella la habitase; regaló su magnífica librería á Pablo; distribuyó infinitas limosnas y dádivas; y asi pensando en todos, haciendo el bien á manos y corazon llenos, levantando en contínuas y forvorosas oraciones su alma á Dios...se fué extinguiendo como un sonido melodioso, cada vez más suave, cada vez más dulce!... y un dia en que con manos cruzadas rezaba, sus lábios dejaron de articular, sus ojos de fijarse con amor en los que le rodeaban.... y su corazon de latir á un tiempo!

El dolor de Clemencia la postró en cama. Por más que sea el carácter apacible, el ánimo sereno y madura la razon, el dolor es en la juventud, para el corazon, una calentura que no halla calmantes. Clemencia mando que se llevasen de su cuarto los pájaros que cantaban; que cortasen de su jardin las flores que se abrian; echó en carajal sol el alumbrar alegre la tierra el dia del entierro de un Justo, y al cielo el haber dejado brotar en la tierra el amor, esa flor