● 78 del cielo que solo deberia existir en la eternidad.
Pero apenas estuvo repuesta su salud, y apénas pudo hacerse dueña de su inmensa afliccion, cuando conforme á las indicaciones de su Tio pensó trasladarse á Sevilla.
Asi fué que le dijo á los pocos dias á su primo: Pablo, nos vamos á separar despues de cerca de ocho años de haber vivido bajo el mismo techo.
Pablo calló y bajó la cabeza; estaba prevenido á este golpe cruel!
—Réstame, Pablo, el darte gracias por tus nunca interrumpidos buenos procederes hácia mí, prosiguió Clemencia, y decirte cuán penosa me es nuestra separacion.
—Entonces... dijo Pablo, que no acabó la frase.
— Voy ₁ Sevilla, añadió Clemencia,—respondiendo indirectamente á esta pregunta que Pablo no articu16 pero que ella comprendió;—al lado de mi Tia, pues así lo dispuso nuestro Santo Mentor.
—Clemencia, dijo Pablo, ahora pues, es el caso, ya que vas á establecerte, en que debas en toda justicia, y para no rechazarme como á un extraño, recibir del mayorazgo que debió ser tuyo, siquiera la víudedad, para que vivas con el decoro y en el rango que te corresponde; te consta que no sé que hacer con el sobrante que dejan las rentas.
—Para vivir bien y con decoro, Pablo, me sobra con lo que me ha dejado nuestro Tio; grandezas, ni las apetezco, ni las busco, ni las quiero: sabes que