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me son antipáticas, quizá por una rareza de carácter. Mi padre me enseñó las verdaderas grandezas que proporciona el dinero, las limosnas, que son el lujo del corazon; la caridad que es la verdadera grandeza del alma. Sigue tú su ejemplo, y todas tus rentas te vendrán cortas. No obsta esto, Pablo, á que te agradezca esta nueva prueba de tu generosidad para conmigo.

—Otra mayor tien es que agradecerme, Clemencia, dijo tímida mente Pablo, y quiero que la sepas ántes de separarnos, para que si no nos volviésemos á ver es esta vida, quede grabada en tu corazon ni memoria con la gratitud que te infunda..... porque en esta ocasion..... la merezco!

Clemencia miró á su primo con sorpresa.

—¿Mas aun que agradecerte, Pablo? exclamó.

—Recordarás, dijo Pablo, que mi Tio quiso unirnos.

Clemencia se puso encendida como la flor del granado.

—Tu consentiste, prosiguió Pablo.

Clemencia bajó confusa los ojos, y calló.

—Pero yo, Clemencia, añadió Pablo..... rehuse!

Clemencia quedó confundida.

—Y rehusé, Clemencia, prosiguió Pablo, porque tú hacias un sacrificio grande en casarte conmigo, y yo uno cruel en negarme á ello, y quise que el sacrificio estuviese de mi parte, y no de la tuya; esto prueba que te amaba y sigo amando sin esperanzas, CleCLEMENCIA.

TOMO II. 7