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tanto mérito como lo era el Vizconde, habia enpenado su amor propio en el triunfo, el trato de Clemencia á la vez tan modesto y franco, su entendimiento á la vez culto y cándido, sus sentimientos á la vez tan blandos y alegres, su modo de ver tan original, sin que por eso se desviase un punto de la buena senda trillada, habian acrecentado en Sir George esta seduccion con todo el aliciente de lo nuevo y de la curiosidad, aliciente gastado y sin estímulo hacia mucho tiempo en Sir George, pero que en esta ocasion renacia y alcanzaba en él proporciones muy elevadas.

Sir George conoció que no lograria hacerse amar de Clemencia por ninguno de los medios vulgares, y puso en juego cuantos á él para agradar le habiandado la naturaleza, la cultura y el uso del mundo.

Ese hombre hastiado de todo, se halló agradablemente sorprendido al notar que anhelaba algo con vehemencia, y al sentir un deseo cuyo logro le excitaba. No entraba en este aliciente la vanidad ni un amor propio vulgar. Habia pasado la edad en que lisonjeasen el suyo las conquistas, aunque solo contaba treinta y tres años, y su hermosa persona representaba aun mucho menos. Además, los hombres de su categoría y de su alzada desdeñan el brillar, porque desdeñan la opinion, y son bastante sibaritas Y delicados para preferir en sus amores, á lo ostensible el encanto del misterio, y al triunfo el decoro de la reserva. Uníase á esto el que los hombres como Sir George, á falta de toda religion y de toda creencia, de 1 -