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via su amigo; pero algo triste le quedaba siempre, despues que se ausentaba y cesaba el encanto, sin definir la causa; ora que su corazon no hallaba en aquel sol brillante pero frio, el calor que hace brotar la fé y la confianza.

1 Si alguien entraba, Sir George era otro hombre; el que un momento ántes atraia con su gracia y amenidad, rechazaba ahora por aquel entono, aquella morgue, como dicen los franceses, tan propia de aquellos que entre la aristocracia inglesa creen que para alzarse no hay mejor medio que el de rebajar á los demás. Rechazaba igualmente por la constante ironía, tan del gusto de la época, que muchos, que tenian entera buena fé, no siempre comprendian,pero que aun sin alcanzar toda su hiel, á nadie dejaba satisfecho. Complacíase en diferenciarse de los demás: así era que demostruba la mayor indiferencia por lo que interesaba ó entusiasmaba á todos, y se ocupaba en seguida de puerilidades que á nadie llamaban la atencion: por lo cual nunca celebraba la Catedral, ni el Alcázar, ni la Lonja, ni los cuadros de Murillo; pero se entusiasmaba con los bonitos puestos de agua, para chafar el sensato sentir ageno.

Una noche en la que más que nunca habia sido amena. y animada la conversacion de Clemencia y de Sir George, vivificada con aquel delicioso sentimientoque ambos abrigaban de agradarse mútuamente; conviccion que cual un benéfico génio parece soplar el sobre fuego de nuestro entendimiento para hacer-