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anécdota, que refiere Walter Scott en el prefacio de la segunda parte de sus obras. Yo siempre leo los prefacios, mi querido lector, pues á veces son lo mejor de la obra.

Habia, dice, en la feria de San German, un arlequin qne divertia mucho á las gentes y tenia gran popularidad. Presentábase siempre á trabajar enmascarado; un amigo suyc le aconsejó, puesto que habia agradado tanto, que se quitase la máscara. Hizolo así..y perdió el partido que tenia: se desprestigió. El por qué, preguntárselo al capricho de las masas.

Esto lo cuenta el gran escritor, porque escribió mucho tiempo sin dar su nombre, solo con el de el autor de Wawerley. Y, admira las diferentes índoles de las naciones en lo que voy á hacer notar: ese grande hombre no temió compararse á un arlequin; y yo, que soy enano en tierra de enanos, si me hallase en iguales circunstancias, no me compararia á un arlequin por cuanto hay en este mundo.

En tu carta me saludas en nombre de tus amigos, y me decías que quedaban Vds. aguardando otra produccion mia, añadiendo: «Cuéntanos en lisa prosa castellana lo que realmente sucede en nuestros pueblos de España, lo que piensan y hacen nuestros paisanos en las diferentes clases de nuestra sociedad.» Sabete pues, que este ha sido (atiende bien) el SOLO Y ÚNICO móvil que me ha hecho tomar la pluma para escribir la novela que te remito. Ya sabes que lo que escribo no son novelas de fantasía, sino una reunion de esce-