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nas de la vida real, de descripciones, de retratos y de reflexiones. Aunque no fuese el escribir así mi inspiracion, mi tendencia, mi gusto y mi propósito, me haria perseverar en esta senda la autorizada, inteligente y altamente culta opinion de nuestro ilustrado crítico D. Eugenio de Ochoa, que dice: «La novedad, la variedad, lo imprevisto y lo abundante de los acontecimientos nos parece peculiar al cuento; la novela vive esencialmente de caractéres y descripciones. ¡Cosa estraña! es de todas las composiciones literarias la que menos necesita de accion; no puede en verdad prescindir de tener alguna; pero con poca, muy poca le basta.» Lo que prueba el instruido crítico con el Vicario de Wakefield de Goldsmith, el Jonathan Wild de Fielding, las aguas de San Ronan de Walter Scott y la mayor parte de las novelas de Balzac, á lo que podemos añadir lo que dice J. A. David: «A los poetas dramáticos pertenece la accion, y á los novelistas el análisis del corazon.

No creas, querido lector, que al circunscribir los límites de mis creaciones quiera deprimir lo que escribo, y que de pura modestia intente suicidarme yo mismo con mis propias manos, como decia un amigo mio que no era de Villamar, de Valdepaz ni de Villa—María, sino todo un ciudadano de guante amarillo y bota de charol; podríaslo creer por estar eso de suicidarse al orden del dia; no por pura modestia, eso no, sino por puro quitame allá esas pajas. No quiero decir, pues,: