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—Más aprecio demuestra mi condena que vuestro respeto, Sir George, dijo dolorosamente herida Clemencia.

—¿Cómo es eso, señora?

—Porque dais el santo nombre de respeto á la indiferencia y quizás al desdén; y estos son nacidos de falta de fé y de la inepta duda.

—¿Porqué llamais, repuso Sir George sin alterarse, á la duda inepta? Un autor muy favorito vuestro, Leon Gozlan, ha dicho qne la duda es la más bella mitad de la conviccion.

—Cuando es vencida, pero no cuando reina. Además, mis amigos y favoritos, añadió Clemencia con viveza, pueden decir alguna vez grandes nonsens, sin por eso dejar de serlo.

Al oir á Clemencia pronunciar esa palabra inglesa que significa disparate, y que el mismo la habia enseñado; al sentir traslucirse en esa frase la bondad angelical de Clemencia, al través de su marcada incomodidad, Sir George se sonrió con una infinita dulzura y delicadeza, con que á veces sabia hacerlo.

—Leed más bien sobre estos puntos, prosiguió Clemencia, á otro autor moderno francés Octavio Feuillet, autor lleno de fé, y de fé genuina y caliente, como por suerte inca les ha faltado á los franceses. El os dirá: «la duda es fácil y débil, es la impotencia y la puerilidad.» Y en otro lugar: «todo es más racional que la duda.» —¿Habeis leido la novela que publica el Diario