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paradoja ó con un disparate, ántes que vulgarizarse con una banalidad, repuso Sir George, y añadió alzando los hombros: desde que tengo uso de razon, esto es, desde más de veinte años, estoy oyendo la misma cantinela y hemos avanzado. ¿Quién es capaz de fijar el apogéo de las naciones? La prosperidad de la Inglaterra es hija de las circunstancias, señora; nada mas: nadie se entusiasma por ella sino algunos españoles.

—No teneis amor patrio, Sir George, dijo tristemente Clemencia. ¡Oh! ¡qué fenómeno! carecer de un sentimiento que abrigan hasta los salvajes en sus bosques y desiertos.

1 Señora, la civilizacion que tiende á nivelar y á uniformar todos los paises, modelándolos en la misma forma, debe por precision extinguir un sentimiento que seria una anomalía en la tendencia que aquella sigue. Además, creed, señora, que el vociferado patriotismo no es ni mas ni ménos, desde que con los siglos heróicos dejó de ser una virtud primitiva y un sentimiento unánime, que un egoismo ambicioso y un amor propio finchado de que se revisten pomposamente los partidos ó bandos políticos, como con la túnica de Régulo, (aunque muy poco dispuestos á rodar como el romano en su tonel, pero si en coche á costa de la adorada patria.) —Otro magnífico progreso, resultado de las modernas instituciones, repuso sonriendo Clemencia.

Desenganaos, Sir George, con el profundo pensador