Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/441

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 171 —

son los que brinda la naturaleza. Mirad esas nubecillas blancas y brillantes, tan suaves que el aire les da formas, y un soplo las guía. Mirad esas flores, que participan del suelo que les dá jugo, y del sol que les dá fragancia como el hombre comunica con la tierra y con el cielo; ved esos lejanos horizontes en que se esparce, y esos otros de limitado espacio en que se concentra el alma; ved esas aguas, ora corran alegres, ora duerman tranquilas, siempre brillantes como lo que es puro, siempre trasparentes como lo que es sincero; ved esa mar, que anonada en su inmensidad y fuerza la pequenez y debilidad del hombre y sus obras...

—No prosigais, dijo Sir George, no prosigais, Clemencia. He recorrido los Alpes, los Andes y el Bósforo; he visto el Gánges, el Niágara, el Rhin, he cruzado el mar Pacífico, el Atlántico y el del Sur, y en ellos observado sus tempestades y sus fenómenos, y nada de todo esto he podido admirar gozando; nada en relacion con mi íntimo sentir: solo ha surgido en mí este pensamiento: ¡Qué de afectacion hay en los poetas!

—¿Y los goces de la familia? preguntó Clemencia, sin querer darse cuenta del por qué su corazon se le oprimia.

—Sabeis respondió Sir George, que soy soltero, pues los hombres no deben casarse hasta que no tengan experiencia del mundo y de las cosas.

—¿Es esta experiencia mucho más necesaria á los