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—Un brillante extraordinario que llevaba TipooSaib en el puno de su sable, me cupo en herencia; no sé qué hacer con él, ni sé si mi ayuda de cámara me lo habrá robado. si lo encuentro, ¿quereis, Clemencia, adinitirlo como una pequena memoria de un amigo?

— —Gracias, respondió Clemencia: aprecio poco toda memoria de un amigo que no queda en el corazon.

—Mirad que os lo ofrezco, como dicen los franceses, de muy buena voluntad, en vista de que no me sirve; tomadlo para engalanar con él una de las Vírgenes de vuestra devocion: así cuando oreis y la contempleis, os acordaréis de mí, Clemencia.

—Sir George, sin ser gazmoňa, os diré que hablais con irreverencia.

—Tomadlo al menos como una imágen de vuestro corazon, pues es tan bello, tan puro, tan apetecido y tan imposible de ablandar como él.

—Conservadlo vos, respondió Clemencia riendo, mientras se parezca á mi corazon.

—Recibidlo, os lo suplico; insistió Sir George, como imágen de la firmeza, de la constancia y del fuego del amor que me habeis inspirado: ya que este rechazais, conservad al ménos su imágen.

—Dejemos esto, Sir George, dijo severamente Clemencia, pues hasta la voz regalo me desagrada, y si no fuera por no parecer orgullosa, diría que me humilla. Volvamos á anudar el hilo de nuestra conversacion.