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—Lo que con eso quereis decir, Clemencia, ¿es que me creeis condenado por no pensar como vos, segun os lo ensena vuestra Religion?

—Mi Religion no me ensena, sino me prohibe fallar individualmente sobre quien es ó no condenado; solo me enseña y man la creer que el que reniega de la salvacion el Señor nos ha dado, y se separa de la grey de sus Apóstoles, no alcanzará esa redencionque —Además, prosiguió Sir George con su acerba ironía, como vos sois buena y yo malo; como vos teneis ideas muy santas, y yo muy mundanas, vos sereis la bienaventurada, y yo el condenado.

—No, Sir George, contestó Clemencia con su no desmentida dulzura; ántes temo ser tratada en el tribunal supremo con más rigor que vos.

—¿Por qué, senora? ¡Esto si que es estraño!

—Por que tanto será exigido de la afortunada á quien cupo la dicha de abrir los ojos de la razon en un santo convento, y los del entendimiento al lado de un santo Mentor, rodeada de buenos ejemplos y santas prácticas, como mucho será disculpado al que, como vos, tuvo la desgracia de criarse entre in fieles y formarse entre incrédulos, rodeado y embebido de la atmósfera corrompida de ese gran mundo filosófico y escéptico, que osado se erige en enemigo de la Religion; que supone en los placeres el fin de la existencia, y condena la represion y la abregacion cua mezquinas boberías solo propias de los pobres de espíritu -