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—No creo que esto sea preciso.

—No digo que lo sea; os pregunto si lo habeis hecho.

1 —No, já qué? El pobre quiere ser socorrido; no le importa por quién ni cómo, ¿Teneis pobres? ¿Me quereis dar el placer de contribuir al bien que les hagais? preguntó Sir George, que no era capaz de comprender la causa de la preocupacion de Clemencia.

—Os prometo indicaros la primera gran necesidad que se me presente; en este momente no sé de ninguna perentoria. Ahora sí, lo que os voy á pedir, en vista de que Dios pone á los pobres ante nuestros ojos, para recordarnos á cada paso la obligacion que tenemos de socorrerlos, así como para mover nuestros corazones á lástima,—es que deis mañana limosna al pobre más infeliz que halleis.

—¿Os complazco en ello?

—Si.

—¿Es una órden?

—No, una súplica.

—Es lo mismo.

—Prefiero la complacencia á la obediencia.

—¿Pero para qué lo deseais?

—Para que me digais despues si habeis ó no hallado un placer en hacerlo.

—Desde luego os aseguro que es mayor el que tendré en complaceros, que cualquiera otro que pudiese proporcionarme lo que de mí exijais.