Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/467

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 197 —

El Vizconde quiso proseguir; pero no pudo, y escondió su rostro entre sus manos.

—¡Oh Vizconde! dijo Clemencia, por cuyas mejillas caian lágrimas. ¡Cómo me estais haciendo sufrir!

¿Por qué me habeis amado?

— —¡Si! decís bien, ¿por qué os he amado? Pero yo digo: ¿por qué os conocí? pues conoceros y amaros eran una sola cosa. El amor hácia vos nació sin que lo sembrase la voluntad, ni lo cultivasen esperanzas, como nace el dia por la presencia del sol; porque vos, Clemencia, reunís cuantos méritos y atractivos existen para inspirar amor. Os be amado, porque resumiendo en vos todas las virtudes y todos los más bellos dotes femeninos, esparcís la felicidad que de ellos dimana, al rededor vuestro, como una flor su fragancia; os he amado porque nunca ví juntas tal inocencia y tanta madurez; os he amado porque unido á vos, mi vida hubiera sido un encanto, y porque á vuestro lado lo presente habria sido tan bello, que habria olvidado llorar lo pasado y ansiar por el porvenir!

—Habeis hecho mal, Vizconde, en nutrir ese cariño, y lo que haceis ahora es aflijirme.

—Lo conozco,—repuso de Brian sacudiendo la cabeza y haciéndose dueño de su dolor;—lo conozco; porque no sois vos, no, de las mujeres que gozan en ver sufrir á los hombres. En vos, Clemencia, todo es honrado y sincero, hasta la confiada fé en el amor que inspirais; amor que haceis nacer sin desearlo,