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de que en invierno una gotera, y en verano un desgarron en la vela ó toldo que cubria el patio de su casa, la impresionaban y desazonaban mas que algunas calaveradas de marca mayor de su hijo el mayorazgo, ó la perdida de una cosecha. Cuando no tenia un apuro que explotar, se lo forjaba; y no solo disfrutaba ella de su creacion fantástica, si no que se incomodaba cuando los demás no la reconocian como cosa cierta y real. Pertenecia, pues, esta señora á la falange de Jeremías, que pasan su vida quejándose en un tono lloron que les es propio, como al mochuelo su lastimero canto. Se quejan de todo: de su salud aunque sea buena; de desgano y comen bien; de desvelo, y duermen como marmotas; y con el mismo desconsuelo se quejan de los malos tiempos y de los mosquitos, de las contribuciones y de los portes de correo, de la muerte de personas queridas, de que alumbra mal el reverbero: se quejan hasta de las cosas favorables, á las que siempre encuentran un pero, para servir de pábulo á sus lamentaciones.

Nacian en parte los defectos de esta señora de haber sido toda su vida muy mimada, primero por sus Padres, luego por su marido, que fué un bendito y le siguió la corriente, y por los amigos de éste, que hicieron lo que él: de lo que resultó que siendo la Marquesa una excelente criatura, aunque de pocos alcances, se habia hecho un ente personal é insufrible.

El hermano mayor de la Marquesa habia casado