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franco y entero, que sigue con valor la senda del bien, como el Cid la de la victoria, y para el que son instintivos la generosidad, el heroismo, la virtud y la delicadeza, y he podido conocer que aquel que me deslumbró fué lo primero, y que tú, Pablo, que llenas mi corazon, cuya compañera voy á ser con entusiasmo, eres lo segundo.

—Con que... ¿me amas, Clemencia? preguntó profundamente conmovido Pablo.

1 —Con toda la bella exaltacion con que un corazon tierno ama lo bueno, Pablo; te amo con toda la conviccion con que se ama á la virtud, con la constancia con que se ama la dicha, con toda la ternura y abandono con que se ama al que se escoge libre, voluntaria y reflexivamente por compañero ante Dios y los hombres.

—Unidos, pues, exclamó con voz ahogada por su emocion Pablo, unidos para siempre, unidos irrevocablemente, inseparables en la tierra y en el cielo!...

¡Oh, Dios mio! ¿Es un sueño tanta felicidad?

Y arrastrado por un impulso irresistible, Pablo cayó á los piés de Clemencia, y ocultando entre sus manos su rostro bañado de lágrimas, lo apoyó sobre las rodillas de la que iba á ser su mujer.

—Pablo, dijo Clemencia despues de un rato de silencio, satisfaz un capricho de mi corazon, y dime, ¿qué te ha llevado á amarme?

—Es todo, sin que nada pueda precisar, respondió Pablo sin levantarse: es porque TÚ ERES TÚ.