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vó á apegarse al que á tanta entereza unia tan delicado cariño. Sentia al lado de Faklo lo que el viajero que goza de la dulce sombra y tranquilo descanso de una bella encina, despues de atravesar jadeante un áspero y quebrado suelo bajo los rayos de un sol ardiente; así fué que contestó con sincera y alegre exaltacion: —Soy como las niñas, amigo mio; aunque cuento cerca de cinco olimpiadas. Hablaré mi lenguaje, ya que me echan el baldon de ser sábia. ¡Estoy tan alegre! ¿Sabe Vd. porqué?

—No atino, hija mia.

—Pues es, repuso Clemencia acercándose á su oido, es porque.... me caso. no quiero ni tengo porqué callárselo á tan buen amigo.

Don Galo hizo tal movimiento de sorpresa que el licor que contenia su copa, tuvo las oscilaciones del flujo y reflujo del mar. No era la sorpresa de Don Galo causada por no haber notado en Clemencia particularidad con ninguno de sus apasionados, sino porque, sin darse él cuenta del porqué, se habia figurado que Clemencia en la tierra, así como las estrellas en el cielo, estaban muy bien é inamoviblemente colocadas, y que su variacion era un cataclismo en el órden establecido. Además, en la buena moral de D. Galo, era para él el anuncio del casamiento de una bella, lo que es para el cazador, por torpe que sea, el anuncio de la veda: así fué que exelamó consternado: :